La nave sideral, una «Super-star», con doce mil hombres a bordo, se instaló en el fondo de un profundo cráter de hielo, donde se montó la base de operaciones. Iban en ella más de mil hombres de ciencia, de las distintas ramas del saber humano. Aquello era una babel científico-militar, al mando del almirante Vezelay, jefe del Estado Mayor de Operaciones.
La nave-sonda «Vik-19» era sólo una parte de aquella expedición. Su misión, encomendada al comandante Artoy, consistía en penetrar en el subsuelo, perforando en sentido vertical, y analizar todas las capas qué formaban la corteza de Júpiter.