¿Cómo puede un Dios, en caso de que exista, permitir el sufrimiento espantoso del mundo, y presenciarlo a lo largo de siglos mientras va continuamente pasando ante sus ojos?
A esa pregunta inicial, una «herida mortal» que queda abierta a lo largo de los siglos, se han buscado toda clase de remedios. El escape hacia abajo, en la autodestrucción, hacia arriba, en la rebelión; hacia adelante, en el activismo. Balthasar examina en detalle «los estantes de esta farmacia humana» antes de abordar la medicina que Dios nos ofrece en Jesucristo.