«Su primera carta ni la abrí. Tampoco la segunda, ni la tercera, ni la cuarta. No abrí ninguna, en realidad. No hasta que dejé de recibirlas».
Con estas palabras comienza el viaje del hijo de Manolo. No un viaje iniciático, sino uno de vuelta, de regreso al lugar de donde una vez escapó: esa caliginosa España rural de mediados del siglo XX.
Por el camino nos narra, además de su éxodo, los motivos que le hicieron huir de allí y renegar de aquella vida, y los detalles del único argumento que podría convencerlo para volver de su exilio y sumergirse de nuevo en ese folclore atávico que agoniza todavía al chocar contra la luz de la razón.
Una visión fatalista del pasado, esperanzada del presente y cruda del futuro de un mundo que aún nos resulta familiar, en el que, solo a veces, el amor puede salvarlo todo.